Andan en la Villa y Corte cavilando si se debe o no realizar una selección de los músicos callejeros para evitar tanto cantor con voz de pato salvaje con pretensiones canoras.
Buñuel dijo que la vida no tiene banda sonora pero las calles madrileñas se han visto pobladas, supongo que por la crisis, de músicos excelsos que atacan partituras imposibles lo cual que es mucho de agradecer. Escuchar a Vivaldi mientras las escaleras mecánicas del Metro te arrastran lentamente hacia el incierto destino laboral no deja de ser un lujo. Junto a estos virtuosos de la cuerda, se martiriza a los madrileños con espontáneos guitarreros que repiten, una y otra vez, los primeros compases de la "Escalera al cielo" de Led Zeppelin incapaces de pasar al meollo de la partitura. Y en el colmo del martirio, voces destempladas amenazan al viandante desde algunas esquinas con versiones desafinadas de canciones de Nino Bravo.
Creo que no hay necesidad de selección municipal de músicos y que, el viandante, será capaz de hacer la criba con sus óbolos para quienes merezcan el donativo y el agradecimiento; si la administración se ocupa de otorgar la calificación musical de los callejeros, se creará una comisión al efecto, se fletará el correspondiente presupuesto para las actividades de tal organismo y al final, nos saldrá más caro el collar que el perro.
Prefiero soportar los alaridos de los menos dotados para el canto y el toque que ver incrementar los asesores con sueldos fastuosos a cargo del maltratado contribuyente madrileño.
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